Marco Tulio Cicerón
Sábado, 3 de la tarde. Abordo un vagón en el andén del metro Peñón Viejo para dirigirme a mi destino:
Ya adentro siendo algo así como las 4:15 de la tarde, comienzo a sentirme avergonzada y al mismo tiempo a maldecir todos los años que viví privada en un lugar no importante del país, de todo eso que se me presenta ahora. Y que seguramente no es nada comparado con otras pero después de vivir 7 años en la ignorancia que el medio rural confiere a quienes viven en sus dominios privando a todos de ésta clase de eventos importantes, soy fácilmente impresionable.
Comienzo a caminar, leo en los stands los nombres de las editoriales más o menos famosas: Alfaguara, Diana, Grijalbo, Planeta, Porrua, Santillana. También de algunas universidades del país y otras no, como Oxford. Estados como San Luís Potosí, Veracruz, Michoacán. Muy... interesante.
En algún instante me perdí entre Medicina y Libros para niños. Mis dos carreras a elegir, como Cirujana o Ilustradora. Me resulta inspirador, y cuando creo que todo es perfecto me topo con el stand de Crepúsculo. Y a su vez, con todos los 'Fans'. Me escabullo lejos por mi aversión a la serie y continúo mi aventura. Doy unas 3 vueltas hasta que me aseguro de haber visto todo el primer piso, pero debido a mi condición de diosa hipocondríaca, empiezo a percibir el aire denso y a ponerme ansiosa-nerviosa. Salgo a respirar el puro y fresco (¡aja!) y regreso. Subo entonces al segundo piso y con mi súper celular tomo un par de fotos desde arriba. Un paisaje sumamente pintoresco.
Continúo con mis rondas y me encuentro con Derecho, C.O.N.A. algo, libros sobre Revolución y Anarquismo, Análisis del Gobierno Partidista, sinnúmero de libros sobre Política y de repente, por ahí, y hubiese yo cometido un pecado si me hubiera pasado de largo, Editorial Azteca. Con todo su arsenal de libros para freaks como yo. Vampiros, Comix, Anime, Manga, chicas góticas, Aprenda a Dibujar, Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, Cuentos de lo grotesco y lo arabesco. Algunos ya los tengo, para los mejores no me alcanzaba. Me despedí de eso con mi siempre seguro -otro día será-. Y me moví del cuarto.
Caminé un rato más para asegurarme de no olvidar nada. Casi doy por sentado que fallé en mi misión por que el lugar era amplio y la arquitectura tan similar en cada lado, que temía perderme. Como nunca aprendí a leer las indicaciones, confío en mi memoria y mi instinto. Al fin encuentro la salida y veo a mi izquierda a un grupo singular acariciado una roca enorme. No me detengo a preguntar que rayos es, por que me da pereza. Vuelvo a ver luz y me ubico cardinalmente para recoger mi bolsa y dirigirme al metro Allende. En la feria no compré ni un volumen de los miles que me ofrecian ahí adentro, esto simplemente por que no quise cultivar un sentimiento de culpa por ejemplo al preferir comprar Las Flores del Mal sobre una edición especial de 100 años de soledad. No.