martes, 30 de marzo de 2010

Cuestiones.

Por qué no clavas de una vez esa estaca y me liberas para siempre de la pesadumbre de tu ausencia.
Por qué no rompes el silencio y le susurras al viento las palabras que jamás escucharé.
Por qué no te pones de pié en la misma esquina y gritas hasta perder la voz, yo podría escucharte.
Por que no llegas un día con el rostro radiante y la espalda dura para propornerme una historia infinita y agridulce.
Por qué nunca mencionaste que ese sueño es la utopía de la idealista condenada al camino pedregoso del olvido.
Por qué estuviste de acuerdo en componer una obra grave y truculenta, solemne y fatal.
Por qué te quedaste sin estar y te marchaste sin haberte detenido nunca.
Por que duermes intocable del asunto, intangible al sentimiento, infinito. Inmerso...

domingo, 21 de marzo de 2010

Nos veremos cuando nos veamos.

Desaparezco de aquí durante unos dias o semanas. Hasta podrían ser meses, qué se yo. Por lo menos hasta que desaparezca ésta problemática de nunca terminar y mis ganas infinitas de cortarme la yugular o las venas o drogarme hasta la muerte con pastillas para dormir. Dejar de existir, vamos. Que quede claro que no me largo por que quiera, si no que hay cosas aquí, en ésta maldita vida y en ésta maldita familia que en algun momento tienden a acabar con tus ganas de cualquier cosa. Después lo piensas otra vez y te das cuenta que uno menos, uno más aquí y en donde sea será igual. Además, ya no tengo computadora. Que bueno, al fin y al cabo la que usaba ni era mía. Pero no tengo ninguna obligación de explicarles si me muero por qué me morí y si viví por qué NO me morí.


Estoy tan fastidiada...

jueves, 18 de marzo de 2010

La primera semana de clases SIEMPRE es de chocolate.

Por fin, por fin, por fin tengo un momento de soledad y quietud para escribir. Sucede que desde hace un par de semanas tengo mi propia PC confiscada por haber retado a la vida y cosas así. De modo que ni música, ni blog, ni nada de nada porque de momento uso la de papá que queda a un lado de la de mamá y eso no rifa señores, no. Pero en fin.

Estoy en Quinto Semestre y tralalala lalá. Las materias rifan, mis optativas (Ciencias de la Salud I y Taller de Análisis de la Comunicación I) a excepción de Estadística I, rifan, y muchos de los amigos que me tocaron en esas clases rifan. Mi edificio, tan iluminado y tranquilo, rifa. La profesora de Filosofía I rifa. Los baños limpios y con un enorme espejo rifan. El aire de (casi) ex bachiller rifa. En contraste a eso detesto mi grupo de tronco común. Detesto a mi (corrupto y desinteresado) profesor de Biología II que definitivamente dejó muy en claro que si tenemos ciertas dificultades para pasar su materia siempre podemos regalarle un buen pomo y ayuda (me) que yo te ayudaré. ¡BASURA!. Últimamente detesto todo lo que sea detestable por el simple gusto de detestar, detestar es hasta cierto punto bueno, te libera de esa mediocridad tan propia del adolescente y te vuelve crítico en ciertas situaciones.

Con las vacaciones vino a mí un cambio de actitud. Me he planteado dejar de cometer ciertas acciones como ser mordaz y a veces hasta hiriente con la gente que me rodea. Dejar de pensar en lo que no tiene ninguna importancia automática (a.k.a. relaciones viciadas, hombres y conflictos emocionales al pedo) y dejar de tratar de acomodarme a los estándares humanos que exige la vida escolar de bachillerato. Sacudirme un poco esa prisa para hacer las cosas, para hablar y para ir a cualquier parte. Debo re-la-jar-me. Pensar más lo que voy a decir antes de abrir la bocota y ser otra vez yo misma, como en la secundaria pero con un poco mas de madurez. Que se yo y este maldito teclado no pone tildes y lo detesto, groar.

Hoy tengo que ir a ver si procedió mi cambio de grupo de tronco común. Me encomendare a San Salomón que me cambien de salón y a ver que resulta. Necesito ese cambio de salón por que de ninguna manera voy a resignarme a tener 4 horas seguidas de Recursos Humanos con la misma maestra en el mismo salón que al cabo ni me gusta y con la misma gente que… tampoco me gusta.

Ayer iba en la micro, o en el metro, no me acuerdo. Lo que recuerdo es haber notado de pronto que ya no extrañaba a Adrián ahí, ni a Ángel ahí, ni a nadie de los extrañables. Y pensé que eso estaba bien, muy bien. Por lo menos para empezar.

Después ya veremos.