sábado, 17 de enero de 2009

Lex talionis...

Hace años me planteo la pregunta de nunca acabar: ¿alguna vez nos acostumbramos a la muerte?

Por mi parte, no puedo decir que sí, pero tampoco puedo decir que no. Mi primera experiencia cercana a la muerte fue hace cerca de 5 años y me avisaron algo así como sacarme del taller de dibujo tecnico II y ordenarme que preparara mis maletas por que el abuelo habia muerto y había que viajar 5 hr para el funeral, al que por cierto nunca asistí por que me recluyeron en la casa de mi (todavia viva) abuela durante dos días mientras todo sucedía en unos velatorios que a la fecha no tengo idea donde están. No lloré ni me sentí triste. Tampoco recuerdo haber sentido ni el más remoto sentimiento de vacío, pero juro que no es por que no lo quisiera, dios sabe cuánto quería a mi abuelo, pero simplemente sacarnos de la ciudad y sin ver a la familia pudo ser una ventaja, puesto que me acostumbré a no ver a nadie. Y así, finalmente cuando me faltaron era como siempre, no verlos por largas temporadas. Todavía hoy a la fecha me siento así: como en una larga temporada durante la cual no veo a mis abuelos.

Casi medio año después murió mi abuela y me avisaron por teléfono una noche. Creo que lloré un rato y después en una soledad terrible me recluí en un rincón con la pc y dibujé. Pero fué todo. No me deprimí y tampoco le conté a nadie. No pude asistír al entierro y tampoco comunicarme con familiares. Adiviné la respuesta cuando mi padre me llamó con la voz ronca y me reí nerviosa. Ése es el efecto que causa la muerte sobre mí: mucha risa. Al igual que cuando se ahorcó mi perro, o se quemó la iguana de mi hermano. Cuando mi gata blanca desapareció y tuve la certeza de que estaba por ahí muerta y hoy a la tarde cuando metí la mano debajo del refrigerador para despertar a mi tieso, frio y sufrido gatito de 3 meses que no quería crecer y que posiblemente se electrocutó mientras buscaba algun lugarcito donde calentarse.

La muerte siempre me provoca lo mismo: indiferencia, risa, ira y llanto. En ese orden. Pero estoy segura como siempre que mañana me despertaré y olvidaré que tenía un gatito que me hizo llorar por yo tuve que ir por él al metro taxqueña, por que yo tuve que sacarlo de debajo del refrigerador y por que yo tuve que enterrarlo hace unos momentos.

Estoy llorando y cómo quisiera decir que ya me acostumbré a la muerte y que no tengo ningun problema con ella. Pero lo tengo. Todavia lo tengo...

1 comentario:

saboresdeprimavera dijo...

me gusta tu blog, espero pases por el mio, te dejo un beso :)