viernes, 22 de mayo de 2009

Las penas del corazón son tristes cuando son ajenas, son dolorosas cuando son propias, y son patéticas cuando (o por que) no tienen sentido. Llorarlas ayuda, vengarse no. Reclamarle a la otra persona ya ni al caso, y hacer berrinchitos pues como que a nuestra edad ya ni la burla perdona por que en teoria ya somos casi jovenes adultos y maduros (o en pos de). Repito, en teoría. Pero en la práctica seguimos comportandonos como chiquillos de secundaria. Otros lloran en el metro y desahogan sus penas aun enfrente de la gente. Lo digo por Lilia.

Yo en cambio no sé lo que quiero. Es decir, sé que amo a Angel, y que no hay otra persona en éste mundo por la que yo quisiera morir de amor que por él. Pero uno no siempre consigue lo que quiere. Y por otro lado está Eduardo que insiste, e insiste y yo estoy mal y me porto egoistamente al permitirle cruzar una raya para pintarsela una vez más en su propia cara. No soporto verle a los ojos mientras me pregunta por qué me comporto así, sobre todo por el hecho de que no le tengo una respuesta coherente y por que si hay algo que detesto en ésta vida es la unión de esas dos palabras que arman el ''No sé''.

Por que en el fondo sigo teniendo 14 años y no soy capaz de seguir ni siquiera mis propias reglas. Por que la soledad provoca en mí la necesidad de ser tomada en cuenta y mi trastorno sin nombre me hace necesitar a Eduardo, usar a Eduardo y finalmente desechar a Eduardo.

Y justo en esas ultimas 2 lineas me acabo de dar cuenta de qué es lo que le estoy haciendo de cuanto daño nos estoy causando...

No hay comentarios.: