Seguimos estáticos, interrogantes, ingenuos.
Nos quedamos de pié a un centímetro del abismo
y cerramos los ojos para sentirnos
un poquito más ajenos a eso que vuelve a ser lo mismo.
Damos vueltas en círculos
mientras la ilusión se devora a sí misma
y se metamorfosea de repente
en un ritual de mutilación y vicios.
La advertencia se mantiene al margen
y se esconde detrás del muro de veneno
que se construye a nuestras espaldas
cuando los zopilotes callan.
Cuando preferimos ser invisibles
conservarnos fatales y locos
mis demonios, mis queridos demonios
y yo.
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